miércoles, 9 de junio de 2010

Los famosos..."viles"

En Cuba más de una vez escuche la frase… ¡y cómo te llegan “viles”; uno detrás de otro, eso es desesperante! “¿Y por qué no los botas?”, decía yo. ¡Muchacho! ¡Dios te libre!
Pero jamás nadie me explicó. Ya llevo más de un año en este bendito país.
¡WOWWWWW! Tan “viles” como se pronuncian en español.

Mi única satisfacción cada vez que pago uno es que posiblemente, casi seguro, en Cuba bella no gozaba de ese servicio. Para solo citar un ejemplo, los últimos diez años no pague agua, pues los tres edificios de apartamentos que había en la calle 6 del Embill, no poseíamos ese servicio… ¡En la Ciudad de la Habana!... ¡A solo trescientos metros de las vías de Aguas del Sur en la Calle Vento!…etc., etc., etc.

Ven que bueno son los “bills”. Malos son los viles días que pase sin servicios en el pasado. Aunque, para ser sincero, no voy al correo, envío a mi esposa para que sea ella la que me diga, aquí están los viles del agua, la electricidad, internet, etc. ¡y cómo te llegan “viles”; uno detrás de otro; eso es desesperante!

Penas de recién llegados

Cuando un “tercermundista” llega a este país, le ocurren cosas increíbles, que le hacen pasar, lo que se llama en Cuba un tremendo papelazo. Una tremenda pena.
Es cierto que todo te llama la atención y eso hasta cierto punto, como en ocasiones puede tratarse de cosas bien sencillas, te da pena que los demás lo noten. Pero no sé por qué todos notan que hasta un carro de 1990 te asombra muchísimo.
Y si es cuando sales solo mas aun. Quería ir al correo para escribir a mi gente. Nadie podía llevarme, así cuando me dijeron lo cerca que estaba decidí ir solo. La verdad es que fue tremendo. Primero emocionante. Por primera vez podía ver todas las casas de alrededor con detenimiento, despacio. Luego las calles, los semáforos…nunca pusieron los hombrecitos para cruzar. Para mi, estaban rotos. Pasaban los minutos, cambiaban los semáforos para los autos pero no para los peatones. Corría cuando creía me tocaba a mí. Pero aquí hay tres sendas y te doblan de donde quiera. Fueron solo tres cuadras de ida y tres de vuelta pero llegué empapado de sudor, había corrido la maratón de la vuelta a Sarasota. Nadie creía el cuento que hice, hasta que mi cuñado preguntó: ”¿y tocastes el botoncito que está en las esquinas?”. “Claro”, respondí. Aunque lo cierto es que cómo iba a hacerlo si nadie me lo había dicho que existían y para que se usaban.
Sin contar que mi esposa y niños no ven cristales limpios, cuando ven las puertas automáticas de salida ellos quieren entrar y protestan porque les abre al revés. Qué decir de un maletín que me regalaron y tuve que llamar al ex-dueño porque no pude abrirlo. Sin contar que mi niña se untó spray febreze, porque olía rico, en la casa de un amigo de mi cuñado que son finísimos. Pero de estas cosas que nos reímos resaltan algunas, y de eso les contaré luego.